Primer año de Milei: no es la economía, es la política
Abusar del determinismo económico para analizar hechos políticos suele derivar en conclusiones equivocadas. Ningún desastre en la economía produce, por sí solo y bajo cualquier circunstancia, una crisis política.
Los pronósticos que un año atrás auguraban un mandato de Milei breve y de accidentado final se estrellaron contra la realidad. Se argumentaba que tan pronto como su política económica afectara el consumo, la actividad, el empleo y los ingresos de los sectores populares -como efectivamente ocurrió- la situación desembocaría en una inevitable crisis política que se llevaría puesto al gobierno.
Ahora que nada de esto ocurrió, los nuevos vaticinios señalan que una eventual derrota del gobierno en las elecciones del próximo año marcará su inevitable final. Un buen consejo ante tanta opinión temeraria es tener presente aquella frase de Keynes: "Lo inevitable nunca sucede. Sucede lo inesperado".
En cualquier análisis político, el examen de las variables económicas ocupa siempre un lugar muy importante. Sin embargo, abusar del determinismo económico para analizar hechos políticos suele llevarnos a conclusiones equivocadas, ya que ningún desastre en la economía produce, por sí solo y bajo cualquier circunstancia, una crisis política.
Economía y política no son compartimentos estancos y las relaciones que establecen entre sí son muy complejas. Por el contrario, el estudio de la historia sí nos permite comprender mejor el presente y el futuro de la política que ciertas conclusiones derivadas de los indicadores económicos.
Bunge y Born
El primer gobierno de Menem –"el mejor de la historia argentina", según Milei- es un buen ejemplo histórico para analizar la actualidad. En primer lugar, su indisimulada admiración hacia el expresidente riojano explica por qué muchos fósiles del menemismo hallaron su lugar bajo el sol libertario.
Carlos Menem asumió su primer mandato en julio de 1989, luego del abrupto final del gobierno de Raúl Alfonsín. La tarea de diseñar e implementar su primer programa económico, de signo liberal ortodoxo, le fue confiada por el propio Menem a un equipo tecnócratas pertenecientes a Bunge & Born, la principal empresa multinacional del país en aquel entonces.
Casi de inmediato, Menem recurrió al Congreso y logró, en un mes, que el peronismo y sus aliados sancionaran las leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado. Estas dos leyes le permitieron, por un lado, contar con una amplia delegación de facultades y, por otro, avanzar con la privatización de las empresas públicas y disolver organismos regulatorios. Hasta aquí, el proceso que culminó con la reciente sanción de la Ley Bases fue bastante similar, salvo en la celeridad, al del menemismo.
La primera empresa privatizada fue Entel, la telefónica estatal, seguida por los canales de televisión intervenidos, Aerolíneas Argentinas, Obras Sanitarias, Correo Argentino, SOMISA, SEGBA, Gas del Estado e YPF, entre otras. Toda empresa estatal, fuera rentable o no, que encontrara algún oferente nacional o extranjero, fue privatizada. En la Argentina de Milei, esto aún no ha ocurrido pero sabemos que sí ocurrirá.
Aquel programa económico, popularmente conocido como Plan BB, agravó la situación económica existente y reinició la espiral hiperinflacionaria, provocando la renuncia de Néstor Rapanelli, un alto ejecutivo de Bunge & Born que Menem designó al frente del Ministerio de Economía. Los 5 meses de gestión de Rapanelli dejaron una inflación acumulada de 704% y una caída del 7% del PBI. Lo ocurrido entonces no difiere mucho a lo que provocó esta gestión, que en un año acumuló 160% de inflación y una caída de 4% del PBI en un semestre.
Erman
Fracasado el Plan BB, Menem eligió a su amigo Antonio Erman González como nuevo ministro. El último día hábil de 1989, González anunció el Plan Bonex, por el cual el gobierno confiscó los plazos fijos bancarios y los canjeó compulsivamente por títulos que vencían en 10 años. El Plan redujo la liquidez monetaria y con ello la recesión se hizo más profunda. En julio pasado, el gobierno de Milei transfirió la deuda remunerada del BCRA al Tesoro, una maniobra que Orlando Ferreres equiparó al Plan Bonex. Cabe recordar que Ferreres fue otro de los empleados aportados por Bunge & Born para desempeñarse como viceministro de Rapanelli.
Durante los 20 meses siguientes a su asunción, la política económica de Menem fue errática: no resolvió ninguna de las demandas sociales más urgentes. Al contrario, profundizó la estanflación mientras buscaba satisfacer la inveterada voracidad del mercado financiero y de los sectores del establishment que buscaban apropiarse, a precio vil, de las viejas empresas estatales.
En paralelo, los sectores populares reaccionaron ante el ajuste con movilizaciones organizadas casi a diario por los sindicatos combativos y los sectores políticos opositores. El gobierno, en tanto, se refugió en sus apoyos parlamentarias -peronistas y opositores amigables- y en una nueva CGT conformada por sindicatos colaboracionistas. Sobre esto, tampoco existe mayor diferencia con lo que hoy sucede.
El menemismo superó su improvisación y sus errores comprando tiempo. Para ocultar los efectos adversos de la crisis económica y los escándalos de corrupción recurrió, con la complicidad de los principales medios recientemente privatizados, a una estrategia mediática destinada a frivolizar la política.
Así pudo distraer a la opinión pública con temas banales, alejándola de los asuntos relevantes, tal como lo hace el actual gobierno: El impacto mediático y comunicacional que en aquel momento producía Menem en los distintos programas televisivos de entretenimiento de los que participaba no es muy diferente a la que produce Milei intentando bailar YMCA en la residencia de Trump.
Plan Cavallo
Tras ese largo período de desorden económico, Menem finalmente encontró una inmejorable solución. A fines de marzo de 1991, el nuevo ministro de Economía Domingo Cavallo, reemplazante de González, quien salió eyectado del gobierno a causa de las coimas al frigorífico Swift, implementó un plan de convertibilidad monetaria que resultó exitoso durante algunos años.
El plan de Cavallo -un economista ortodoxo cordobés que se incorporó al peronismo provincial de la mano de José Manuel de la Sota- resolvió en pocos meses la principal demanda social: bajar la inflación. En 9 meses, el IPC, que fue de 27% mensual cuando ingresó al Palacio de Hacienda, se derrumbó al 0,6% mensual.
El éxito de la convertibilidad hizo que todo el descalabro económico anterior pasara al olvido para amplios sectores de la sociedad: muestra de ello fue el resultado que obtuvo el menemismo en las elecciones legislativas de ese año. Hoy Milei está completamente seguro de que lo mismo le sucederá el año entrante si logra mantener domesticada a la inflación.
Lecciones
¿Qué lecciones útiles podemos extraer de la experiencia menemista para comprender el actual ensayo libertario? La primera, como se dijo, es que las crisis económicas no condicionan automáticamente ninguna situación política. Por el contrario, el sistema político, mayormente representado en el Congreso, tiene la autonomía suficiente para amortiguar los efectos de un eventual desorden económico.
¿Cómo operaron estas representaciones parlamentarias frente a la fragilidad inicial del gobierno de Milei? La estrategia que acordó el bloque de la Libertad Avanza con sus "segundas marcas", como el PRO, el radicalismo, la Brigada Brancaleone de Miguel Pichetto y los peronismos asintomáticos que gobiernan algunas provincias, demostró su eficacia al bloquear las iniciativas de Unión por la Patria, permitiéndole a Milei llevar adelante su plan sin contratiempos.
Hace 35 años, el menemismo tejió en el Congreso una inédita e impensada alianza con el liberalismo conservador (la UCeDé) para poder llevar adelante su programa de reformas y también fue exitoso. La lección es que la táctica de bloquear a la oposición dura y cooptar a la oposición blanda les permite a los gobiernos comprar tiempo, sobre todo, cuando son débiles en origen o transitan una situación de debilidad.
La segunda lección es comprender que cuando los resultados de la economía no acompañan al gobierno, su estabilidad depende del blindaje político que logre construir. De este dispositivo participan sectores del Congreso, del sistema judicial, de los medios de comunicación y, detrás de ellos como garante último del blindaje, el sector dominante del establishment.
El blindaje equivale, a grandes rasgos, a lo que Antonio Gramsci definía como "bloque histórico", formado en determinados momentos por las élites hegemónicas, que resuelven tomar directamente en sus manos la tarea de gobernar a través de sus representaciones políticas. Conociendo esta condición del poder fáctico, Menem le cedió el manejo de la economía a Bunge & Born y Milei obró de la misma manera al incorporar a los bufetes de abogados de los grandes grupos económicos a la redacción de la Ley Bases y del DNU 70.
La tercera lección tiene que ver con la capacidad que desarrollan los gobiernos para instalar en la opinión pública una narrativa creíble sobre sus supuestos éxitos, por ejemplo, la baja de la inflación o el déficit cero, o para desviar su atención hacia temas banales, cuando la situación económica y social no acompaña a esa narrativa. Sobre esto, los ejemplos abundan.
La cuarta y última lección es aceptar que, cuando un gobierno se alinea con el establishment, la calidad institucional carece de importancia. Que el actual gobierno emplee maniobras espurias para torcer la voluntad de jefes políticos, gobernadores y legisladores no debería ser novedad para nadie.
Algunas maniobras podrán ser más groseras e impúdicas que otras, pero el poder fáctico siempre recurre a ellas, impunemente, cuando la necesidad así lo aconseja: recordemos que, en marzo de 1992, el menemismo sentó al asesor de un diputado en una banca para sancionar la ley que privatizó Gas del Estado. Y no hubo mayores consecuencias.
Para muchos, las comparaciones podrán ser odiosas, pero siempre se aprende mucho de las analogías que ofrece la historia. Estas breves lecciones tal vez sirvan para asumir que la tarea que hoy más importa no se limita a una victoria electoral, que siempre es transitoria, sino que consiste en construir con inteligencia una alternativa política capaz de derrotar a un régimen y su época.