Las grandes cerealeras, en el club de los ganadores

El mercado mundial de granos y alimentos fue hegemonizado por 5 grandes compañías que, en el mundo del trading de granos, se las conoce como las ABCD: André & Cie, Bunge, Cargill, Continental y Dreyfus.
Las mamushkas son esas tradicionales muñecas rusas hechas de madera ahuecada que en su interior contienen muchas otras muñecas más pequeñas hasta llegar a la última, que parece diminuta pero que es la única sólida de toda la serie. La lógica de las mamushkas rusas explica bien el funcionamiento del capitalismo financiero global.
Subsiste en el sentido común el mito de que los mercados se autorregulan de manera transparente debido a que existen numerosas empresas que compiten entre sí cuando, en realidad, estas son en su gran mayoría filiales o subsidiarias de otras, las que a su vez son controladas por otras más concentradas hasta llegar a una última mamushka que es la única y real decisora de ese mercado a escala mundial.
La financiarización puede definirse como un proceso global en el que las operaciones financieras influyen y condicionan la economía real, los mercados y la política. Al transformar los bienes reales en instrumentos financieros destinados a la especulación y la acumulación de capital, se desestimula la producción de bienes y se destruyen empleos.
La producción agrícola no ha escapado a este proceso. Antes, producir granos y alimentos era una actividad de exclusivo interés de los agricultores. En la actualidad, en cambio, muchos fondos de inversión financiera inyectan en los mercados agrícolas miles de millones de dólares al año con fines especulativos que, a corto o a largo plazo, generan aumentos importantes en el precio de los alimentos.
Comercio de granos
En 1979, Dan Morgan -periodista del Washington Post- publicó "Los traficantes de granos" (Merchants of Grain), una minuciosa investigación sobre el negocio mundial de productos agrícolas. Allí Morgan afirmaba que, finalizada la II Guerra Mundial, muchos países que antes se autoabastecían de alimentos comenzaron a depender cada vez más de la oferta agrícola de los EE.UU. que, en muy pocos años, se convirtió en el centro alimentario del planeta. Esta nueva función global recurrió a inéditas formas de intercambio económico y financiero, del control oligopólico de la producción mundial de granos y de la adaptación de las antiguas rutas comerciales a la nueva realidad global inaugurada por la posguerra.
Producto de estos cambios, el mercado mundial de granos y alimentos fue hegemonizado por 5 grandes compañías que, en el mundo del trading de granos, se las conoce como las ABCD: André & Cie., Bunge, Cargill, Continental y Dreyfus. Todas ellas se afincaron en nuestro país desde fines del siglo XIX.
En 1877 George André fundó en Nyon, Suiza, una compañía importadora de cereales que luego trasladó a Lausana. Sus mayores ganancias las generó en la Argentina, donde su filial estableció en 1927. En el 2001 cayó en bancarrota debido, entre otras causas, al default de la deuda externa argentina en diciembre de 2001. Luego de su quiebra, André fue adquirida por Archer Daniel Midlands, que en nuestro país opera a través de su filial ADM Agro.
En 1818 el comerciante alemán Johann Bunge fundó en Ámsterdam una empresa dedicada a comerciar granos. En 1884, su nieto Ernest Bunge se radicó en la Argentina para crear, junto con su concuñado Jorge Born, una firma exportadora de cereales. Durante un siglo, Bunge & Born fue la principal compañía agroindustrial argentina con sólidas relaciones con el mundo político.
Sin embargo, el plan de estabilización que diseñaron y dirigieron sus principales ejecutivos durante el primer gobierno de Carlos Menem fracasó rotundamente y produjo una crisis corporativa que derivó, años más tarde, en la venta de sus activos en nuestro país, su transformación en Bunge Ltd. -con sede legal en Bermudas- y la mudanza de su base operativa a Missouri. En julio pasado, Bunge Ltd. adquirió Viterra, la ex división agrícola que pertenecía al grupo Glencore.
"Alimentar al mundo de forma segura, responsable y sostenible". Así se autopercibe Cargill, el gigante del comercio mundial de productos agrícolas fundado en Iowa en 1865. Comenzó siendo una acopiadora de granos y actualmente tiene filiales en más de 60 países. En la Argentina opera desde 1930.
Continental Grain (ContiGroup) fue fundada en Arlon, Bélgica, por Simon Fribourg en 1813 y en la actualidad tiene su sede legal en Nueva York. En 1998 Cargill adquirió Continental y tomó posesión, a nivel local, de siete acopiadoras en la Pampa húmeda y el elevador de muelle de Puerto Diamante sobre el río Paraná que hasta entonces le habían pertenecido a su competidora global.
El Grupo Louis-Dreyfus fue fundado en París en 1851 como una empresa de trading de granos y desde 1897 está radicada en la Argentina donde cuenta con varias plantas y puertos, principalmente en General Lagos, Timbúes y Bahía Blanca. LDC Argentina, su filial local, es el mayor productor y exportador de biodiésel del país. En sociedad con Molinos Agro, del grupo Pérez Companc, LDC está interesada en obtener el gerenciamiento de la concursada Vicentin y, de lograrlo, ampliaría enormemente sus capacidades de producir aceite de soja.
El club
Estrangulado por la falta de dólares, el gobierno nacional lanzó a fines de septiembre un plan de Retenciones Cero hasta el 31 de octubre o hasta que el valor de las exportaciones registradas a partir de esa fecha llegaran a 7.000 millones de dólares.
En sólo tres días hábiles, ADM Agro, Bunge-Viterra, Cargill y LDC Argentina -todas ellas, filiales de las ABCD en nuestro país- y la empresa estatal china COFCO declararon, en conjunto, ventas por 13,7 millones de toneladas de granos, oleaginosas y subproductos a un valor total de 7.132 millones de dólares. A cambio, obtuvieron una ganancia extraordinaria de más de 1.000 millones de dólares que el gobierno les otorgó por vía de la exención impositiva.
La velocidad con que las ABCD registraron sus operaciones, el monto declarado y su amplia capacidad financiera para liquidar, en forma inmediata, los miles de millones de dólares que Milei y Caputo necesitaban, dejan en claro que el gobierno jamás consideró participar a los productores rurales de los beneficios fiscales que sí recibieron las grandes cerealeras.
Sumado a la ganancia obtenida, las cerealeras obtuvieron del gobierno un año adicional de prórroga para embarcar la carga declarada, lo que les permitió sentarse sobre una montaña de granos a esperar mejores precios internacionales o ponerse a cubierto ante una futura devaluación.
En la actualidad, operan en el sector agroexportador argentino más de 200 empresas que este año declararon ventas al exterior por 96 millones de toneladas de granos, harinas, aceites y pellets. A simple vista pareciera ser un mercado muy amplio por la cantidad de empresas participantes cuando, en realidad, son muy heterogéneas: algunas apenas exportan una tonelada y otras registran operaciones por medio millón de toneladas mensuales.
Dentro de este universo existe un conjunto reducido de empresas -28 en total- agrupados en la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), dos entidades gemelas e integradas por los mismo socios y en las que las ABCD mantienen su hegemonía.
La posición dominante CIARA-CEC en el sector agroexportador se extiende al mercado cambiario. Saben que sus liquidaciones diarias de divisas tienen un impacto directo en la ampliación o reducción de la oferta de dólares en el país y saben, además, cómo y cuándo ejercer ese poder.
En lo que va del año, el club liquidó más de 28.000 millones de dólares y sólo en septiembre -cuando entró en vigor el plan de Retenciones Cero- aportó 7.100 millones, casi la mitad de lo que habían liquidado en todo el primer semestre.
La conexión suiza
Además de sus membresías locales, las ABCD forman parte de la Asociación Suiza de Comercio de Commodities (Suissenégoce), una entidad que representa los intereses de empresas vinculadas con el comercio y el transporte marítimo de productos agrícolas. Además, Dreyfus, Cargill y COFCO forman parte, a través de sus directivos, de la junta ejecutiva de la entidad.
Existe dos datos concretos que explican la existencia de Suissenégoce y la activa participación que en ella mantienen las ABDC: (i) que el 90% del transporte mundial de carga se realiza por vías marítimas y fluviales y (ii) que, sorprendentemente, Suiza participa del 11% de este negocio a nivel global.
Para las ABCD y otras grandes compañías, la legislación suiza les permite contar con los niveles de previsibilidad necesarios para la óptima marcha de sus negocios. Jan Hoffman, exfuncionario de UNCTAD, explicó que el criterio que emplean estas empresas para elegir el lugar donde registrar sus sedes legales tiene mucho menos que ver con la cercanía a donde se producen las mercancías que ellas comercializan y mucho más que ver con clima general de negocios que países como Suiza les ofrecen.
Esto explica la razón por la cual un pequeño país con una superficie 7 veces menor a la de la provincia de Buenos Aires y sin acceso al mar posea la titularidad de la novena flota mercante más grande del mundo y que se haya convertido, en muy pocos años, en una potencia mundial del transporte marítimo de carga.
Granos rentables, alimentos caros
La persistencia de un modelo económico basado en la financiarización de la economía real y el extractivismo necesita de la incesante creación de saldos exportables a costa de reducir el consumo interno a niveles de subsistencia.
La manera en que operan las ABCD a nivel local y global expone el complejo entramado del negocio agroexportador y sus consecuencias, muchas de ellas trágicas, en materia de soberanía y seguridad alimentaria.
El problema no es nuevo. Ya lo había advertido Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar cuando mencionaba a Celedonio Pereda, expresidente de la Sociedad Rural, quien dijo por aquellos años que "llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos".
Pero que el problema no sea nuevo no significa que no deba atenderse de una manera urgente y sobre todo, inteligente. En este sentido, debería comenzar por admitirse que los instrumentos arancelarios y pararancelarios que hasta aquí emplearon los gobiernos populares para desacoplar los precios internos de los alimentos de los internacionales no han sido muchas veces eficaces y que deberían ser revisados.
* Politólogo y doctor en Ciencias Sociales (UBA). ruben.achdjian@gmail.com
